sábado, abril 20, 2024
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Cuando “Honestidad y Política” van de la mano

El desplazamiento de Juan Domingo Fernández como Delegado Municipal de Dudignac abrió una polémica muy fuerte. Por un lado, en lo político. Por el otro, en la sociedad. Los primeros, desde el gobierno no saben cómo enmendar desprolijidades. Los segundos quedaron impactados con la propia expresión del renunciado “Me echaron por honesto”, sin embargo no pasará de ahí. Nadie se moviliza por quien es honesto y es desplazado por esa razón de la cosa pública. Es curioso. La honestidad no tiene abogados defensores.
Honestidad y política
Esta frase en sí misma, es muy fuerte en la política actual y mucho más en la sociedad. Sin embargo, lo que para muchos es un valor muy significativo, para otros, no representa consideración. Rara vez un político invoca que lo echan por honesto, sobre todo cuando llega  a la función previo paso por las urnas.
Desde esta expresión, trataré de ensayar una visión, sobre la hora actual de honestidad y política en nuestra sociedad.
La honestidad tiene diferentes puntos de vista entre las culturas latina y la anglosajona.
Para los descendientes de españoles, italianos  y/o países con raíz latina, la honestidad es un valor. Es ser decente, recatado, razonable justo u honrado.
Desde un punto de vista anglosajón, es una cualidad humana que consiste en actuar de acuerdo como se piensa y se siente.
Esta diferencia de significados proviene de la traducción del inglés, ya que en ese idioma ser honesto significa no ser mentiroso ni inducir a engaño. Para esta cultura,  la visión es el de “sinceridad” o “franqueza”. Le dan sentido práctico de funcionalidad cotidiana. La ejercen. No es una cuestión dialéctica como ocurre con las raíces latinas. La practican. Lo contrario es rechazado y mal visto. Nuestra sociedad la acepta o tolera, en términos generales. Ellos no.
Esta manera distinta de entender la honestidad, tiene su correlato con  la política.
La política es una rama de la moral que se ocupa, a través de hombres-ciudadanos,  resolver  los problemas que le plantean en una sociedad  mirando el bien común y el interés colectivo. De ahí, la concepción “es el arte de lo posible”.
En su sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas.
Ahora bien, el ejercicio de la política -en un sentido concreto – es resolver los conflictos dentro de las sociedades en el marco de las normas y leyes. Su extra-limitación,  vincula a quien la ejerce,  con la justicia  y se relacionan con los conceptos de “deshonestidad”.
Observando las concepciones anglosajonas y latinas sobre honestidad, hace ver en quienes ejercen la política con una u otra valoración, el entendimiento entre “honestidad” y “deshonestidad” de maneras muy diferentes.
Para unos, está con “el afuera”. Para otros, con “el adentro”. Los primeros ven la honestidad como un valor. El cual puede ser mutable conforme a las circunstancias. Para los segundos, nace desde “el corazón”. Desde la internalización, ya que se procede como se piensa y siente. El engaño y la mentira no tienen cabida.
Mientras a Clinton la mentira – peculado – casi le cuesta la destitución, a Berlusconi su comportamiento, dividía  a la sociedad en aceptación o rechazo, desde su consideración política. La postura era desde el “afuera”.
Visto desde esa actitud, para un grupo aparece el autoengaño, el cual hace perder la perspectiva con respecto a la honestidad de los propios actos, obviando todas aquellas visiones que pudieran alterar cualquier decisión. Surge la justificación constante.
En nuestra sociedad, en el concepto colectivo, la conducta de los políticos es de “sospecha de actos impropios” con la honestidad. Su rechazo solo es verbal. No pasa de ahí, ya que quien “juzga” (la sociedad) es parte de esa concepción del “afuera”.  No tienen internalizada a la honestidad como “no engaño” o “no mentira”, ya que esa práctica no está familiarizada en la sociedad. Por el contrario, se la utiliza más allá de la picardía en lo comercial y es aceptada colectivamente,; y ni hablar  a la hora de las declaraciones juradas fiscales. Siempre la queja es en “el afuera”.
Cuando la sociedad se moviliza es porque se toco un interés que afecta a un sector. Jamás se lo hace desde el juicio de la valoración de ser “deshonesto”.
La concepción anglosajona “del adentro” hace que no se permitan para los demás lo que no se permiten para ellos mismos. Los límites sociales son muy distintos. Se mueven por los principios en sí mismo, más allá de honra o no.
Ese diferente punto de vista, además se evidencia en la justicia.  Los latinos, juzgan individualmente. Los anglosajones colectivamente. Los primeros, en lo penal, lo hacen conforme a su saber y entender jurídico. Juzga y sanciona.  En los segundos – a través de los juicios por jurados -lo hace la sociedad. Condena o absuelve. Luego el juez, aplica la ley.
Quizás estas diferencias hacen que sea tolerada la falta de transparencia de nuestros gobernantes. Es la única manera de entender, que mientras desde varios sectores, se tilda a la dirigencia política de deshonestos al extremo del apoderamiento indebido de cosas ajenas, nadie esté juzgado ni preso por esa causa o razón. Los anglosajones no toleran estos comportamientos, ya que no permiten al otro lo que no consienten en su fuero íntimo.
Esta visión entre la forma de ver la política y la honestidad nos hacen pensar que, en la sociedad contemporánea van de la mano y muy bien amarradas.
Esa es la única razón de la no reacción de la sociedad. Lo acepta, como si en el inconsciente colectivo cada uno se proyecte en ese lugar y piense, en una posibilidad de estar en el lugar del otro, más que en el servicio colectivo en el interés común, en cuál será el provecho personal o ventaja a la familia y amigos. En lo personal.
Mientras no haya un “cacerolazo” desde “el adentro” en defensa del interés de un cambio de concepción, esa interpretación de la honestidad y política seguirán de la mano y por mucho tiempo. Los cambios – señalan los psicólogos – van desde “el adentro” hacia “el afuera”, y en la sociedad no hay indicios que ello pueda producirse. Como dicen ellos desde el diván “es lo que hay”.
 

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