sábado, abril 20, 2024
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La gota que rebasó el vaso

A las cinco y media de la tarde comenzó a llover con una intensidad brutal. Dos horas y media después, en pleno diluvio, empecé a escuchar los gritos y decidí salir. Un río de barro y baldosas bajaba por 28 y se abría paso por la 66 rumbo al Parque Castelli.
En su curso arrastraba autos como si fueran de papel y se llevaba puestos años enteros de vida reunidos en un electrodoméstico, un sillón o un simple álbum de fotos que ya no podrá recuperarse jamás.
La misma película se repitió con mayor o menor intensidad en distintos barrios. Las marcas que dejó el agua, fueron al otro día postal y no resultaba difícil imaginar el drama de aquellos que tuvieron hasta 2 metros en sus viviendas.
Como si acaso un número final certero pudiera permitirnos iniciar el duelo, los medios buscaron dar a conocer la cantidad de muertos. Mientras escribo esta columna se habla de que 51 personas fallecieron, pero muchos que hoy la cuentan perdieron una historia entera e hipotecaron su futuro próximo, que deberán dedicar a recuperar lo que el agua se llevó.
RECORD
Según el informe de la agencia Télam, a partir de declaraciones del climatólogo del Servicio Meteorológico Nacional José Luis Stella, entre las 9 de la mañana del martes y las 9 del miércoles, cayeron en la ciudad de La Plata 181 milímetros, superando el récord que se había registrado el 14 de mayo de 1980, con 155 milímetros caídos.
No fueron ni 400, ni 311, pero lo cierto es que los 18 centímetros de agua que cayeron en cada metro cuadrado de asfalto inaugurado y de emprendimiento inmobiliario nuevo perfectamente habilitado, no pudieron filtrar hacia los acuíferos subterráneos, sino que por fuerza de la ley de la gravedad buscaron escapatoria en terrenos más bajos.
Corriendo calle abajo, buscando desesperadamente una boca de registro para desaguar su furia, se convirtieron en 36 centímetros la calle siguiente y un metro ochenta se acumuló al cabo de diez cuadras ininterrumpidas sin drenaje.
No lo estoy inventando, “estoy leyendo el futuro” en un informe de los ingenieros hidráulicos Pablo Romanazzi y Arturo Urbiztondo, quienes a partir de un convenio de cooperación entre la Universidad Nacional de La Plata y la Municipalidad, estudiaron toda la cuenca del Arroyo del Gato entre en 2003 y el 2007.
A partir de relevamientos planialtimétricos en la zona de influencia, del estudio de la infraestructura de escurrimientos pluviales y de un análisis estadístico de las precipitaciones, estos especialistas construyeron un modelo matemático capaz de predecir la hidrodinámica de todo el sistema de desagües de la Ciudad y llegaron a la conclusión de que: “el sistema actual de evacuación de excedentes pluviales en la cuenca del arroyo del Gato se presenta insuficiente aún para tormentas frecuentes de baja magnitud”.
Entre las causas de dicha insuficiencia mencionan: “El desarrollo urbano y la pavimentación progresiva de calles y construcción de veredas, ha determinado un aumento del coeficiente de impermeabilidad y del coeficiente de escorrentía de la cuenca”.
Los especialistas entonces proponen: “Como primera medida encarar la ampliación de la capacidad de conducción del curso del arroyo, fundamentalmente desde la avenida 19 hasta su desembocadura. En segunda instancia, concretar la ampliación de conductos troncales existentes y la construcción de nuevos conductos principales. Una vez completadas estas medidas, podrán ampliarse los conductos secundarios y terciarios que se manifiesten insuficientes”.
Si esto se conocía, resulta entonces evidente que la tragedia pudo haberse evitado.
ESTADO Y MERCADO
Pero la realidad es que el Estado, en todos sus niveles jurisdiccionales, se está retirando sistemáticamente y dejando en manos del mercado muchas decisiones de las que antes se hacía cargo.
El tema es que cuando se caen a pedazos la salud y la educación, el mercado tiene capacidad de responder y absorber la demanda social (aunque en el transcurso de ese proceso los sectores de bajos recursos queden entrampados en un sistema público de mala calidad del que no pueden escaparse), pero cuando se abandona la planificación de las ciudades, tanto desde el punto de vista de la infraestructura vial, como hídrica, los mercados realmente no pueden cumplir esa tarea.
Como claramente lo ha explicado el arquitecto Luis Izquierdo: “La existencia en la ciudad de una trama de relaciones sin precio, ajenas al mercado, resta a este mecanismo capacidad para conducir por sí solo al desarrollo urbano hacia un óptimo colectivo. De ahí la necesidad del rol subsidiario del Estado, el cual debe estar especialmente orientado a suplir aquellas limitaciones inherentes al mercado que repercuten concretamente en la estructura urbana.”
La planificación urbana es, por supuesto, una responsabilidad central de cualquier gobierno municipal, pero más allá del costo político que eventualmente pague el Intendente y de las responsabilidades penales que por incumplimiento de los deberes de funcionario público le cupieran a los funcionarios responsables de no haber tomado las medidas para evitar la inundación, existe también una responsabilidad ciudadana.
Debemos pedir explicaciones cada vez que se inaugura un asfalto nuevo sin obras hidráulicas, o se aprueba un emprendimiento inmobiliario sin un estudio de impacto hidrológico, porque cada metro cuadrado que se construye no permite que el agua sea absorbida por la tierra y acelera la velocidad con que se traslada hacia los terrenos más bajos.
En La Plata no ocurrió una catástrofe climática, sino el resultado de un mercado sin planificación.
Y si no se toman medidas, lamentablemente volverá a ocurrir.
(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IILLa gota

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