Una historia de vida contada recientemente en el programa Despertate por Cadena Nueve y Máxima 89.9, y luego publicada en cadenanueve.com, abrió un valioso espacio de reflexión sobre las nuevas formas de familia.
En Nueve de Julio, una joven obtuvo el reconocimiento jurídico de tener dos padres: uno biológico y otro de crianza, lo que representa no solo un hecho afectivo, sino también un precedente legal inédito en los tribunales de Mercedes.
Desde que nació, fue criada por la pareja de su madre, quien asumió con amor y compromiso la función paterna sin vínculos biológicos. Años después, al conocer a su padre biológico, la joven decidió establecer un vínculo también con él, planteando desde el respeto y el diálogo familiar la posibilidad de integrar ambas figuras paternas en su vida y, más aún, en su identidad legal.
Para abordar este caso desde una mirada psicosocial, la psicóloga Gisela Cabrera fue invitada al programa radial. En una conversación profunda con el conductor del ciclo, Gustavo Tinetti, Cabrera celebró el enfoque sensible del fallo judicial y destacó el valor de ampliar la comprensión sobre las funciones parentales en la actualidad.
“No se trata de quién es el padre o la madre por biología, sino quién ejerce las funciones que constituyen a un sujeto: quién cuida, quién contiene, quién acompaña el crecimiento”, explicó Cabrera. Y subrayó: “Lo importante en psicología no son las figuritas, sino las funciones”.
La profesional también invitó a repensar la familia más allá de sus estructuras tradicionales, y a abandonar el prejuicio como forma de lectura de estos nuevos vínculos. Según sostuvo, la clave está en no pararse desde lo que uno cree que está bien o mal, sino en observar si hay presencia, afecto y responsabilidad.
“Cada quien vive de la mejor manera que puede, y cada época imprime su subjetividad. Antes mamá y papá eran figuras únicas e incuestionables, hoy hay más de una mamá, más de un papá, y eso no genera más sufrimiento. Porque el sufrimiento no está determinado por el modelo familiar, sino por cómo se habita ese modelo.”
La psicóloga enfatizó que las nuevas parentalidades no solo no quitan, sino que suman: “El amor, cuando se multiplica, no resta. La presencia de más de una figura de referencia amorosa solo amplía las posibilidades afectivas del niño o niña”.
En ese sentido, Cabrera destacó la importancia de no esconder los conflictos ni negar las fallas, ya que formar parte de una familia implica atravesar dificultades, errores y aprendizajes:
“No existe una escuela para padres. Se aprende en el camino, con aciertos y con errores. Lo fundamental es tener la capacidad de hacerse cargo, de revisar lo que se hizo mal y construir desde ahí. El sufrimiento es parte de cualquier forma de crianza, lo importante es acompañar, no negar, no esconder.”
También valoró profundamente el gesto del padre biológico, que se hizo presente desde la voluntad, sin desplazar al padre de crianza. “Eso habla de una mirada amorosa, comprometida, de aceptación. No es una competencia por el amor, es una red que se teje desde el amor.”
Finalmente, Cabrera dejó una reflexión potente y esperanzadora:
“No hay una única forma de hacer familia. Lo esencial es que quienes estén en ese rol lo hagan con responsabilidad, afecto y compromiso. Lo demás son etiquetas que cambian con los tiempos. Esta historia nos demuestra que, si se hace desde el amor, las configuraciones pueden variar, pero los lazos se fortalecen.”
Este caso, convertido en fallo judicial, también interpela a la sociedad: la necesidad de abrir la cabeza, de escuchar nuevas realidades y de entender que la familia no se define por un solo modelo, sino por los vínculos genuinos que en ella se construyen.