El fútbol femenino en la Liga Nuevejuliense crece en juego, compromiso y competitividad, pero sigue enfrentando obstáculos estructurales que frenan su desarrollo. Lo ocurrido este domingo —el último del mes de junio— no fue un simple contratiempo: fue la gota que rebasó el vaso.
La primera fecha del Torneo Clausura debía comenzar este domingo 29 de junio a las 11 de la mañana en el Club Atlético French. En el césped estaban listas las jugadoras de La Delfina, equipo que viajó desde Los Toldos, y Libertad, representante de Nueve de Julio. El cuerpo arbitral también se hizo presente, puntualmente. Sin embargo, pasados 30 minutos del horario estipulado, el árbitro dispuso la suspensión del encuentro por falta de seguridad policial: los agentes no habían llegado.
No fue un hecho aislado. Desde hace varias temporadas, clubes y jugadoras vienen exigiendo mayor seriedad en la organización del fútbol femenino local. Uno de los reclamos más repetidos apunta al accionar de la Policía: llegadas tarde, actitudes displicentes hacia las jugadoras y servicios que, a pesar de no cumplirse como corresponde, son facturados en su totalidad.
El esfuerzo que nadie ve (ni valora)
Más allá de lo futbolístico, lo que se puso en juego este domingo fue el respeto. El equipo de La Delfina se trasladó desde otra localidad, con todo lo que eso implica en términos logísticos y económicos. Una de sus jugadoras incluso viajó con su bebé lactante para cumplir con el compromiso de madre para respetarle a su hijo las horas de la alimentación, es decir darle la teta. Todo ese esfuerzo fue en vano: no hubo partido, ni aviso, ni solución.
Mientras tanto, las autoridades policiales que no llegaron a tiempo exigen el pago completo del servicio. Esa desigualdad duele. Porque cuando se trata del fútbol masculino, los errores logísticos no ocurren o se resuelven rápidamente. Para el femenino, en cambio, todo llega tarde.
Un retroceso evitable
La falta de seriedad ya ha tenido consecuencias. Algunos clubes decidieron retirarse de la Liga Nuevejuliense y sumarse a otras ligas vecinas, donde se respeta el cronograma, se cuida a las jugadoras y se prioriza la competencia. Paradójicamente, también han llegado equipos de otras ligas atraídos por el alto nivel competitivo que, pese a todo, el femenino local ha sabido construir.
Ahora, La Delfina analiza seriamente retirarse del certamen. No por un resultado, sino por una constante improvisación que desvaloriza el trabajo de quienes sostienen la competencia.
La gota que rebasó el vaso
La expresión no es casual. “Rebasar” significa exceder un límite, pasar un punto de tolerancia. Y eso es lo que ocurrió este domingo: no fue solo la ausencia policial, fue el mensaje. El mensaje de que el fútbol femenino aún no importa lo suficiente para garantizarle lo básico.
Las jugadoras no piden privilegios. Solo piden ser tratadas con el mismo respeto que sus pares varones. Exigen organización, puntualidad, profesionalismo. No hay desarrollo posible si se sigue postergando a quienes, con esfuerzo y pasión, le dan vida a esta competencia.
La Liga debe tomar nota. Porque sin respeto, no hay fútbol. Y porque la paciencia —como los vasos— también se rebasa.