Desde este martes 13 hasta el domingo 19 de mayo se celebra la Semana Mundial del Parto Respetado, una iniciativa que invita a repensar el modelo de atención del nacimiento desde una perspectiva centrada en los derechos, la autonomía y la dignidad de la persona gestante. Bajo este paradigma, el parto deja de ser considerado un procedimiento exclusivamente médico para reconocerse como un proceso fisiológico y emocional, donde quien da a luz es protagonista y no mera paciente.
El parto respetado promueve decisiones informadas, acompañamiento empático y la reducción de intervenciones innecesarias, como cesáreas sin justificación médica. En este sentido, el modelo plantea una ruptura con prácticas naturalizadas en muchas instituciones de salud que, lejos de facilitar el nacimiento, pueden generar violencias y vulneraciones de derechos.
La región con más cesáreas en el mundo
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), América Latina y el Caribe presentan la tasa más alta de cesáreas a nivel global: 42,8%. Esta cifra, alarmante desde el enfoque del parto respetado, pone en discusión los factores estructurales que impulsan estas intervenciones quirúrgicas: desde modelos hospitalarios centrados en la eficiencia y los tiempos hasta la falta de formación adecuada en partos fisiológicos.
La OMS advierte que una tasa de cesáreas superior al 10-15% no implica mejores resultados perinatales, y por el contrario, puede acarrear riesgos innecesarios para la salud de la persona gestante y del recién nacido.
El rol del equipo de salud y los derechos en juego
El respeto durante el parto no es solo una cuestión de buenas prácticas médicas, sino una garantía de derechos humanos fundamentales. La persona gestante tiene derecho a ser informada, a decidir sobre su cuerpo, a no ser sometida a procedimientos sin consentimiento, a estar acompañada por quien elija, y a ser tratada con dignidad, sin violencia ni discriminación.
Asimismo, el recién nacido también posee derechos: contacto piel a piel inmediato, lactancia si así lo desea la madre, y no ser separado de forma innecesaria. Para garantizar este entorno cuidado, el rol del equipo de salud es crucial: profesionales de ginecología y obstetricia deben acompañar con empatía, actualizarse de manera continua y actuar con responsabilidad.
La violencia obstétrica: una forma invisibilizada de violencia institucional
Dentro de este debate, se vuelve central visibilizar la violencia ginecobstétrica, una forma de violencia institucional que afecta a las personas gestantes durante el embarazo, parto y posparto. Comentarios humillantes, tactos reiterados sin consentimiento, episiotomías sistemáticas o cesáreas injustificadas son algunas de las manifestaciones de una práctica que vulnera derechos y perpetúa desigualdades de género en el sistema de salud.
Aunque muchas veces estas prácticas están naturalizadas, sus efectos pueden ser profundos: desde traumas emocionales hasta complicaciones físicas evitables. Reconocer esta violencia es un paso clave hacia un sistema de salud más justo y humano.
Un marco legal con desafíos pendientes
En Argentina, la Ley Nacional N°25.929 de Parto Humanizado, sancionada en 2004, establece los derechos de las personas gestantes en el proceso del parto. Sin embargo, su implementación aún enfrenta múltiples desafíos: desde la falta de formación del personal de salud hasta la ausencia de protocolos claros en hospitales y clínicas.
Para avanzar hacia un modelo de atención verdaderamente respetuoso, es fundamental fortalecer la formación profesional, garantizar el acceso a información clara para las personas gestantes y promover una transformación cultural que ponga en el centro el cuidado, la autonomía y la dignidad.
Semana Mundial del Parto Respetado es mucho más que una efeméride: es una oportunidad para revisar prácticas, escuchar testimonios, exigir cambios y trabajar hacia un sistema de salud más equitativo, humano y centrado en las personas.