viernes, febrero 14, 2025
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Secuestro legal, hace 8 meses he perdido contacto con mi hija de seis años

Sr. Director
Cadena Nueve

Me dirijo a ud. y por su intermedio a quien corresponda. Hago un pedido público de justicia ya que desde hace 8 meses no veo a mi hija de seis años, y entiendo que se debe a ‘un secuestro legal’.

Su mamá la tiene sometida, luego de una infundada denuncia, abusando de las inmediatas cautelares dictadas sin un mínimo análisis previo por el Juez de Paz Letrado de nuestra ciudad, radicando nuevas denuncias y reiteradas, con el fin de impedir nuestro contacto, ante su deseo determinado e instaurado de borrarme a mí y a todo lo que tenga relación, incluso su familia ampliada.

Desde que nuestra hija tiene 10 meses estas conductas son habituales, reiteradas.

Ya hizo lo mismo con anterioridad, siempre con la ineficiencia del sistema a su favor. Sin embargo, logramos después de muchas batallas jurídicas, que nuestra hija, desde que tiene 4 años, pasara la mitad del tiempo con mamá y la mitad del tiempo con papá, yendo de vacaciones reiteradas veces, pasando mucho tiempo con sus hermanas paternas.

Pero esta linda realidad fue interrumpida abruptamente y nos encontramos con
nuestra hija en el parsimonioso restablecimiento de nuestro vinculo, apareciendo la
justicia y la burocracia como hermanas gemelas, nuestra niña no tiene voz, nadie la
escucha, es víctima de un entramado sistema que dice ser de Promoción y Protección de sus derechos.

Cada vez que podía ver a nuestra hija, su madre solicita e intenta renovar
perímetros y si no lo logra, entonces acude a maniobras de impedimento, como llevársela de viaje y/o no llevarla a la escuela (presentando excedidas ausencias), conseguir certificados falsos por enfermedad, hasta cambiando el contenido de un informe en menos de 8 horas, junto con la psicóloga de nuestra hija, porque no lograba la reanudación de la medida, para impedir e intentar suprimir nuestro vínculo.

Realice muchísimas denuncias de impedimento de contacto, presentaciones
judiciales y administrativas, quede a disposición de la justicia y del organismo
administrativo, respete resoluciones y acepte -muy a mi merced- los tiempos impuestos.

Cuando se ordenó judicialmente la participación de una trabajadora social, con nuestra
hija pudimos encontrarnos únicamente dos veces, fuimos a casa, estuvimos con sus
hermanas, jugamos y simplemente compartimos tiempo, pero su mamá empezó a realizar más maniobras para obstaculizar esos encuentros, sin importar sus medios, como mandar a filmar nuestra salida del colegio, quedando otros niños expuestos.

Esto que me encuentro narrando fue oportunamente y debidamente denunciado en
los expedientes judiciales y administrativos correspondientes, mientras tanto la justicia es impuntual y la reparación insuficiente, para mitigar la lacerante sensación de perdida, injusticia e impotencia que ocupa cada minuto, de cada hora, de cada día que nos encontramos separados.

Un Servicio Local que dice ser de Promoción y Protección de Derechos del Niño, un Juez de Paz que dice impartir justicia en el marco de una Convención Internacional de
Derechos del Niño, crean hoy este “secuestro legal” de nuestra hija, que ha quedado a
merced de su madre, una madre especialista en salud mental, que se desempeña como psicóloga en nuestro municipio y que sabe acabadamente que la interacción de los hijos con sus dos progenitores hace al sano desarrollo y crecimiento de un niño.

Hace 8 meses que nuestra hija esta exclusivamente con su mamá, prácticamente
todo el día encerrada, escuchando solamente su voz, habiendo perdido nuestro vínculo, el vínculo con sus hermanas, sus abuelos, sus tíos e incluso con sus amigos de toda su infancia.

Como consecuencias de todas las desavenencias, el colegio donde concurría hasta
hace unas semanas, nos ha informado que no renovarían su matrícula, ampliando ante mi pedido los motivos, que la mamá se presento solicitando que no la llamen a nuestra hija por su apellido, por ser el mío, que pudieron hablar con la psicóloga de nuestra hija y esta manifestar que “la niña habla por lo que le dice la madre” y demás que derivaron en un cambio autoritario e innecesario de escuela, rompiendo, en este año complicado que le ha tocado transitar a nuestra hija, con los vínculos de sus amiguitos, sus primeros amiguitos de la infancia.

Sin escuchar su voz, o mejor dicho analizar su voz, sin evaluar sin respetar sus
derechos, su libertad, la madre de nuestra hija impide e intenta la abolición de nuestro
vínculo, siendo obligación del Juez de Paz Letrado de 9 de Julio garantizar sus derechos.

Oportunamente el Servicio Local presentó un informe en el expediente judicial
solicitando que se reestablezca nuestro vínculo, tal cual lo era antes y de manera urgente, pero el JUEZ NO HIZO NADA, y luego de querer sacarse el caso de encima, intentando una excusación rechazada por la Cámara, CONTINUA SIN HACER NADA.

Y nosotros seguimos sin poder vernos, desde hace ya más de ocho meses, no la
puedo ver crecer, ya no estoy en la vereda del sol del colegio, ni en el banco de la plaza, supongo que debería mudarme o cambiarme de nombre, de ropa, para moderar esta desesperación silenciosa, me pregunto ¿cómo debo continuar para que se escuche su voz?, para volver a escuchar su voz.

Hoy esta es mi voz, es el primer paso y seguiré hasta llegar a donde tenga que
llegar, medios locales, nacionales, e incluso con la remisión de todo al Consejo de la
Magistratura, pero algún día mi hija volverá a ser feliz.

Atte.
Gustavo J. Guarde
DNI 21.529.893

 

1 COMENTARIO

  1. Pasé por una situación muy parecida con mis hijas. Me quedó una sensación triste y fea con respecto a los profesionales encargados de evaluar éstos casos en nuestra ciudad. Los chicos manifiestan lo que el padre a cargo les dice. No tienen la capacidad de ver que no están expresando lo que realmente sienten, que son influenciados por el padre a cargo. Toman muy malas decisiones y no hacen un seguimiento del caso. A 10 años de mi caso sólo hablo muy de vez en cuando dos palabras por WhatsApp y un vínculo totalmente roto. Mi hija tiene hoy 25 años. La tristeza es de todos los días.

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