Cada 16 de julio, la Iglesia Católica celebra la Fiesta de Nuestra Señora del Carmen, una advocación mariana venerada especialmente por la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, conocidos como los carmelitas. El origen de esta devoción se remonta al Monte Carmelo en Tierra Santa, donde se cree que el profeta Elías defendió la fe del pueblo elegido contra los paganos.
Según la tradición, en 1251 la Virgen María se apareció a San Simón Stock, superior de los carmelitas en ese tiempo, entregándole el escapulario como símbolo de protección y signo de filiación mariana. Desde entonces, el escapulario del Carmen se ha convertido en un distintivo de la devoción carmelita, simbolizando la maternal protección de la Virgen María hacia aquellos que lo llevan.
La Fiesta de Nuestra Señora del Carmen también es vista como un símbolo de encuentro entre la Antigua y la Nueva Alianza, representando la continuidad de la fe y el compromiso con Dios a lo largo de la historia. Esta celebración ha sido difundida por los carmelitas a través de su espiritualidad contemplativa y su dedicación a la vida de oración.
En diversos países, especialmente aquellos con tradición marítima, se honra a Nuestra Señora del Carmen como “Stella Maris”, Patrona de los marineros. En esta festividad, se realizan saetas, procesiones marítimas, ofrendas y rezos, pidiendo la protección de la Virgen en momentos de peligro y dificultad en el mar.
El Papa Francisco también recordó esta festividad, destacando la importancia de contemplar a Nuestra Señora junto a la Cruz de Cristo, subrayando el lugar central de la Iglesia al lado de Cristo en su misión espiritual y pastoral.
Así, la Fiesta de Nuestra Señora del Carmen no solo es un momento de devoción mariana y espiritualidad carmelita, sino también una ocasión para reflexionar sobre la protección maternal de María y la profunda relación de los fieles con Cristo.
Agencia MTR